El etarra Santi Potros, cerebro entre otros de los atentados del Hipercor de Barcelona y de la madrileña plaza de la República Dominicana -varias decenas de asesinados entre ambos, por procedimientos que aseguraban su muerte y su sufrimiento-, sale de prisión y esa misma noche recibe el cálido homenaje de los suyos en Lasarte. Varios de los encausados por actos ilícitos -y presuntamente delictivos- conectados con el procés reciben canonjías bien retribuidas con los impuestos de todos.
Mientras tanto, el Gobierno de España decide dejar a sus servidores a los pies de los caballos de una ley de fabricación de la memoria a la medida de las cuitas del nacionalismo vasco, lo que incluye y exige el sacrificio, sin garantías judiciales, de la reputación de los que defendieron la ley y la Constitución -y a todos los españoles- frente a ETA. Hay que igualar como sea la fiebre homicida de los cachorros engendrados por la ideología identitaria -no vinieron en un platillo volante- con la legítima defensa de la vida de los ciudadanos y la ley democrática.
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