Podría llamárselos de otra manera: un magrebí, una latina, otro magrebí. Es posible que así queden en la frágil memoria de la gente de su tiempo, de todos modos, aunque durante unos pocos días tengan derecho a ser algo más. Sin embargo, importa aquí que queden sus nombres, que los identifican para bien y para mal como individuos únicos: Chérif, Jakelin, Mohamed.
Los tres se convierten en noticia en estas postrimerías de 2018. El primero, Chérif, en calidad de villano, al irrumpir en un mercadillo de Estrasburgo a tiro limpio, llevándose por delante la vida de cuatro personas y dejando a varias más malheridas. La historia de Chérif se parece demasiado a otras muchas: un joven de origen argelino que un mal día se desliza por los vericuetos de la delincuencia, otro día lo detienen y acaba yendo a parar a la cárcel, donde algún barbudo en busca de muyahidines baratos utiliza las largas horas de encierro para inocularle una teoría sencilla acerca del resentimiento que lo invade y la manera de desahogarlo. Chérif la compra, tampoco le han ofrecido material alternativo, y aunque esto no lo justifica ni excusa, confirma con ello las expectativas que hizo concebir a quien lo radicalizó.
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