Después de acertar a evitarlo durante décadas -también los últimos años, mientras todos nuestros vecinos lo padecían- al final hemos acabado sufriendo nuestro percance. Una fuerza abiertamente xenófoba, a contracorriente de los ideales y los principios en que se ha asentado hasta aquí nuestro sistema democrático -para entendernos, un partido situado sin ningún complejo en la ultraderecha-, ha obtenido una representación parlamentaria nada desdeñable y se perfila como decisor de la gobernabilidad de una de nuestras comunidades autónomas. No una cualquiera, sino justamente la más poblada de todas.
Como todos los percances, puede y debe lamentarse, y en eso estamos la mayoría de quienes lo constatamos, sobre todo aquellos que solíamos apreciar como una fortaleza de nuestro país el no conceder espacio político a estos solucionadores de problemas, expertos en asignarlos a una suerte de muñecos de vudú -los inmigrantes, las autonomías, las feministas- sobre los que clavan sus alfileres que todo lo han de sanar por arte de encantamiento. Y como todos los percances, también, y esto es más importante, lo que ahora toca es afrontarlo y procurar que cause el menor destrozo posible de lo levantado hasta aquí.
Seguir leyendo en elespanol.com