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26 agosto, 2024

El adiós de Winslow

Lo razona así el magnate del juego de Las Vegas Vern Winegard, uno de los ficticios personajes de la última novela de Don Winslow, Ciudad en ruinas: «En este negocio nadie está libre de culpa. Todos hicimos nuestros manejos, todos transigimos con algo. Lo máximo que podemos decir es que estamos casi limpios por completo». Leer sus palabras en este agosto de 2024 invita sin remedio a interpretarlas como una declaración que va más allá de la industria de los casinos y la ciudad que la aloja: como una descripción cabal de la condición humana en toda su extensión, singularmente en lo que tiene que ver con quienes en algún momento aspiran a ejercer o mantener algún poder.

Decir «la última novela de Don Winslow» no equivale en este caso a referirse a la más reciente, aunque lo sea, sino que va más allá: ha anunciado el novelista, y lo reitera tajante en los agradecimientos del libro, que con esta publicación consuma su despedida de la escritura. Puede un servidor atestiguar —la fuente es el propio Winslow, en la intimidad de su scriptorium de Julian, el pequeño pueblo de las montañas de California donde vive— que algo no deja de escribir de vez en cuando; pero, por lo que también sostiene en privado, su propósito de no publicar más novelas es firme.

Es inevitable pensar que, con esta entrega final de las andanzas de Danny Ryan, el dubitativo y melancólico gánster irlandés de Rhode Island trasplantado a la costa Oeste, trasunto contemporáneo del Eneas de Virgilio, el autor ha tenido presente en todo instante que se trataba de su adiós al lector.

No será la mejor novela de Winslow —ese galardón, para el que suscribe, se lo disputan El poder del perro, La frontera y El invierno de Frankie Machine—, pero es una novela de Winslow, lo que la sitúa por encima del noventa y nueve por ciento de las ficciones criminales que se despachan en las librerías. Y en su guiño a los clásicos —además de Virgilio, Homero, Esquilo y otros cronistas del ciclo troyano— está sin duda la voluntad de regalarnos a quienes lo seguimos un broche a la altura del resto de su obra: un relato intemporal, que nos seguirá iluminando instantes del futuro.

Al principio de estas líneas va una prueba, permítaseme cerrarlas con otra: «Se lo oyó decir a los pescadores viejos, en otra vida: si la mar te quiere, te atrapa. Puede que te devuelva, a veces vivo, casi siempre muerto. Muchos pescadores que conocía ni siquiera sabían nadar». Se te echará de menos, Don, aunque siempre quepa volver a todo lo que ya escribiste. 

(Publicado en diarios del Grupo Vocento el 13-8-2024).

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