Kowalski movió con parsimonia su ratón
inalámbrico, hasta hacer coincidir la cabeza de águila que tenía
como cursor personalizado sobre la ventanita que en la pantalla de
su ordenador le mostraba a alguien identificado como K-7. Para
decirlo todo, se lo mostraba sólo hasta cierto punto, porque K-7,
como los demás participantes en la videoconferencia, aparecía con el
rostro oculto por una careta. Haciendo honor a su fama de bromista,
los rasgos de la máscara eran los de Osama Bin Laden.
-A ver, K-7, tu informe –murmuró Kowalski, sin
dejar que en el tono de su voz asomara la menor emoción.
K-7 esperó, cumpliendo el protocolo de seguridad,
a que Kowalski le diera paso haciendo clic sobre su ventanita.
-La situación evoluciona favorablemente –hizo
sonar al fin K-7 su bien modulada voz en el canal de audio-.
Nuestras redes de infiltración en los diferentes gobiernos nos
comunican que la idea de someter el asunto a referéndum está tomada,
o próxima a tomarse, en al menos otra media docena de estados
miembros. Con esto, las probabilidades de que se produzca un revés
retardatorio, al estilo de la Operación Irlanda de hace unos
años, resultan ya lo bastante altas. Hemos promovido simultáneamente
una campaña de información sobre el texto constitucional, que en su
formato final, como no se nos oculta a ninguno, resulta altamente
susceptible de generar la actitud deseada. Periodistas y politólogos
de diversos signos, no sólo colaboradores conscientes y/o
subvencionados, sino también los identificados en su día como aptos
para su uso como agentes desprevenidos, han recibido ya, en
la forma adecuada a la naturaleza de cada cual, los argumentarios
que deben difundir desde sus respectivas tribunas públicas.
Básicamente, y por no aburrir a los colegas con detalles
secundarios, se centran en llamar la atención sobre lo menguado,
vago y descafeinado que resulta en el proyecto de Constitución el
apartado de derechos de ciudadanía, frente a lo copioso, prolijo y
terminante de las disposiciones encaminadas a regular el equilibrio
de poderes de los estados y a garantizar las prerrogativas y el
status de los burócratas de Bruselas. Cada uno de los agentes
comunicadores manejará el concepto con arreglo a su encuadramiento
ideológico aparente, como indica el manual de difusión de
informaciones propicias, pero todos y cada uno trabajarán
conjuntamente para que esa idea-fuerza pueda arraigar en las
opiniones públicas objetivo. También se cuidará de que queden de
manifiesto las desventajas que cada país pueda tener, en el reparto
de poder, respecto de los países vecinos con mayor grado de rechazo
entre la población. Para ello explotamos el potencial que nos ofrece
la fórmula final acordada, que se presta a todo tipo de hipótesis de
cálculo, entre las que entrenaremos a nuestros agentes comunicadores
para resaltar en cada caso la que arroje resultados más adversos.
Kowalski escuchó con un íntimo sentimiento de
aprobación, que desde luego no iba a exteriorizar, el informe de
K-7. Era un buen elemento, a primera vista algo frívolo, pero cuando
se trataba de meterse en harina, meticuloso y cumplidor. Kowalski
sospechaba a veces algún tipo de personalidad escindida (por eso K-7
estaba en el nivel Beta del programa de autovigilancia de recursos,
no fuera a sufrir algún cortocircuito), pero hasta el momento su
desempeño era irreprochable y eficiente. Kowalski movió entonces el
cursor hacia la ventanita de K-3.
-A ver, K-3. Qué tienes tú.
La figura hasta ese momento inmóvil del hombre
parapetado tras la faz de Spiderman se inclinó hacia delante.
Kowalski hizo el clic sobre la ventanita y K-3 carraspeó un poco.
-Nuestro frente –comenzó K-3- sigue controlado.
Tratándose de un área de trabajo madura, y en aplicación del
programa de mejora continua vigente en la organización, nos hemos
concentrado en refinar procedimientos y optimizar palancas de
acción. No podemos ofrecer progresos espectaculares, ya que el nivel
de partida era muy alto, pero sí tenemos algunas innovaciones que me
enorgullece compartir con el resto del equipo. En primer lugar,
hemos mejorado nuestra impregnación en los sindicatos de
funcionarios, potenciando a los elementos más reivindicativos y
moralmente más laxos. Tenemos en curso la elaboración de una nueva
plataforma de demandas para aumentar los privilegios y las
compensaciones de la clase funcionarial, combinadas con reducciones
de jornada, licencias retribuidas, etc. Sugiero una coordinación con
el departamento de K-7 para, una vez cerradas algunas de estas
mejoras, promover su publicidad debidamente orientada a la
generación de resentimiento entre las poblaciones de los estados
miembros. En segundo lugar, hemos desarrollado un programa que a
primera vista puede parecer de escasa trascendencia inmediata, pero
en el que depositamos grandes expectativas a medio plazo: hemos
colocado agentes en la oficina de lenguas, con la misión de que las
traducciones de directivas, reglamentos y demás disposiciones
comunitarias a las lenguas oficiales vayan ganando en prolijidad,
oscuridad e ilegilibilidad. Con eso sin duda, fomentaremos el
rechazo futuro de la normativa entre sus destinatarios. Y un tercer
programa, que juzgo de enorme potencial, es el de colocación de
hijos de funcionarios en los lobbies que operan ante la
Comisión para orientar las políticas comunitarias en beneficio de
determinados grupos de interés. Con eso generamos una bolsa de
situaciones de conflicto moral (entre los funcionarios y las
empresas que emplean a sus hijos) listas para ser detonadas a
conveniencia.
A Kowalski no le caia bien K-3. Era el típico
marisabidillo pedante, y le irritaba su tono de voz. Pero lo
consideraba un elemento útil y sin riesgo. Lo tenía clasificado en
nivel Gamma en el programa de autovigilancia de recursos. Con dedo
dubitativo, movió el cursor hacia la ventanita superior izquierda.
-K-1, ya sólo nos quedas tú.
Hizo el clic, y en la ventanita vio ponerse en
movimiento a la careta con las facciones del hada Campanilla. Una
hermosa voz femenina, grave y aterciopelada, irrumpió en el canal de
audio.
-Nuestro departamento –dijo K-1-, prosigue con la
estrategia de diversificación. Sin apartarnos de la filosofía básica
de fomento de líderes excéntricos, hemos subdividido el trabajo en
dos grandes frentes: líderes en activo y líderes retirados. En el
primero continuamos con las líneas ya contrastadas: xenófobos,
ultranacionalistas, reaccionarios metódicos, regionalistas
folclóricos, fundamentalistas religiosos, dementes, infradotados,
exhibicionistas esperpénticos y payasos. En el último inventario,
cerrado este mismo mes, registramos un total de sesenta y tres altas
de líderes de alguno de estos perfiles, todos ellos susceptibles de
drenar voto a los tradicionales, amén de influir negativamente a
través de los medios. Al menos seis tienen serias posibilidades de
ostentar responsabilidades de gobierno en algún nivel de
administración. En la otra línea, la de los líderes convencionales
jubilados, es sin embargo donde ahora mismo centramos nuestros
esfuerzos. Hemos podido identificar a muchos de ellos con voluntad
de interferir, y dispuestos a asumir posturas lo bastante
extravagantes como para ser utilizadas en nuestro beneficio. Hemos
diseñado un plan para asegurar su máximo acceso a los medios, su
presencia constante en los circuitos de conferencias ante auditorios
influyentes y la disponibilidad de ofertas editoriales para que
publiquen en libros sus ideas, siempre escépticas o contrarias al
proyecto de Constitución.
K-1 calló ahí. Tenía el sentido de la medida, no
necesitaba apabullar, no buscaba lucirse. O quizá Kowalski la
juzgaba así cegado por el hecho de que fuera su amante. En cualquier
caso, y para despistar, la tenía clasificada como Delta en el
programa de autovigilancia. No fueran a pillarle un día con ella.
-Está bien –dijo Kowalski-. Diría que todo está
en orden y que siguen haciendo un excelente trabajo. Espero que
nuestros superiores lo aprecien también así y nos continúen
dispensando la estima que siempre han mostrado hacia este grupo.
Hizo clic en el aspa de cierre del programa y las
ventanitas desaparecieron. Llenó la pantalla una fotografía del lago
Leman, con el Mont Blanc nevado al fondo. Kowalski, mientras
repasaba la situación, dejó escapar un bostezo. Aquello de los
europeos era pan comido. A ver si se confirmaban los rumores, y se
cargaban de una vez al patoso de Horovitz. No tenía duda de que
entonces le encargarían la misión que realmente le estimulaba, y con
la que llevaba años soñando en secreto: China.