Circula con insistencia en ciertos círculos irredentistas la idea de que hay pueblos en España que no son libres, o la queja adyacente y complementaria de que la españolidad supone una pesada carga que se convierte para ellos en una opresión. Hace pocos días podía oírse a un líder nacionalista formulando en tono lastimero el deseo de que el pueblo al que representa, con pretensión de exclusividad y de ejercer su portavocía legítima y única, acabara alcanzando algún día la ansiada libertad.
Nos hemos habituado a oír una y otra vez estas fórmulas estereotipadas y quejumbrosas, que a partir del agravio, inerte y consuetudinario, terminan siendo, nuestra historia reciente lo demuestra, la puerta a algo más, casi siempre peor. Y no cabe duda de que hubo en el pasado regímenes y coyunturas que bien habrían podido justificar una queja tal, no sólo respecto de los pueblos elegidos o de sus adalides nacionalistas, sino del conjunto de los españoles, de todo credo, origen y condición.
Sin embargo, seamos serios, si uno mira a la España de hoy, no sólo no encontrará motivos para ese lamento, sino que es muy difícil escucharlo y no pensar de inmediato en la protesta de un adolescente hipersensible y malcriado. Es España uno de los países del mundo que menos peaje exige a sus nacionales por el hecho de serlo.
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Que bien sabes expresar lo que sentimos muchos.
Lo de la sanidad pública, hoy que he ido a mí visita trimestral a la vall De ‘ Hebrón , lo dejamos para otro día .
Un saludo