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12 noviembre, 2018

El WhatsApp del francotirador (vidas.zip @elmundoes )

 

 

Quedan muy atrás los tiempos de Lee Harvey Oswald, ese ex marine sigiloso que interrumpió el 22 de noviembre de 1963 en Dallas el romance con la Historia del carismático JFK, quizá sólo un poco antes de que la magia desapareciera sustituida por el resquemor en que tantas veces acaban parando las grandes pasiones. Lejos, también, los de Georges Watin, que meses antes quiso hacer lo propio con el general De Gaulle. Oswald logró su objetivo -simplificando y dejando a un lado las diversas teorías sobre si tuvo o no ayuda de otros tiradores-; a Watin lo descubrieron y le frustraron el plan, pero le dio tiempo a poner tierra de por medio y murió apaciblemente en Paraguay en 1994.

Medio siglo después, en estos años aturdidos del siglo XXI, los francotiradores con planes de magnicidio los comparten en WhatsApp y buscan en redes sociales la información de agenda del objetivo que les da pereza o son incapaces de hallar por otros medios. Como consecuencia de semejante indiscreción, no sólo no logran llevar a efecto sus planes criminales, sino que tampoco les da tiempo a huir. Antes de que puedan planteárselo siquiera, la policía irrumpe en su domicilio, les incauta el arsenal y los despacha a la celda donde esperarán a enfrentarse a un juicio para el que tienen tiempo de pensar toda suerte de estrafalarias y poco persuasivas atenuantes. Que si en realidad todo era un vacile sin mayor trascendencia. Que si se trataba de impresionar a una chica que no comulga ideológicamente con el mandatario cuya ejecución sumaria alardeaba de querer llevar a cabo.

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