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7 abril, 2018

Platja de Viladecans, 2018

Este es un trozo de mi país. No del país que puedan tratar de dictarme (o negarme) los patriotas furibundos o el frío derecho administrativo. Sino del país que reconozco por encima de todos los demás: mi país personal, ese que guardo en la memoria y en el corazón, donde se aloja lo único que de veras tiene un ser humano, más allá de las posesiones ficticias que cree que son suyas por el hecho nimio y efímero de haber logrado confinarlas en un bolsillo, un inmueble con llave o una cuenta corriente. O en un pasaporte.

Este es un trozo de mi país porque aquí he sido feliz, he meditado y he ingeniado, en una soledad como la que muestra la foto, una buena parte de lo que he escrito. Aquí he llegado muchas veces sudando y unas pocas aterido en mi bicicleta, me he preguntado mirando el mar quién soy y si hago por hacerme ese que soy, como recomendó Píndaro, y he logrado aclarar mis ideas al respecto. Aquí he hecho castillos de arena con mi hijo y mis hijas, por aquí he paseado descalzo con mi mujer, sintiendo ambos, ella que nació cerca y yo que nací lejos, que la playa era nuestra.

Hacía tiempo que no veníamos, que no recibía mi dosis de este horizonte. Es posible que tuviera síndrome de abstinencia, y que escriba ahora bajo el efecto de un chute de la bendita sustancia recuperada. En todo caso escribo con serenidad y con gratitud por lo que la vida me depara, que es, dicho sea de paso, como más me gusta escribir.

De camino a la playa iba oyendo en una emisora catalana a alguien que hacía bromas con el hecho de que le hubieran invitado a un congreso en Segovia para exponer su visión sobre el derecho de autodeterminación. Decía sentir cierto escalofrío por tener que ir allí, con un retintín que sugería la poca estima en que tenía la capacidad de comprensión del prójimo de los segovianos. Si yo fuera un cínico y hubiera estado en antena le habría dicho que motivos tenía: que lo más probable es que acabara siendo devorado. Si a esa condición hubiera sumado la de tener un carácter colérico, quizá habría añadido que no serían los segovianos quienes se ocuparan de la tarea, sino que preferirían arrojarlo a sus cerdos. Como no soy ni una cosa ni la otra, ni estaba en antena, me he limitado a lamentar, para mí, que el hombre que hablaba hubiera perdido la sensibilidad de apreciar a quienes le invitaban para oírle exponer su parecer sobre una cuestión que no es para ellos perentoria.

 

 

He recibido otras dos señales tristes: el lugar al que tantas veces he ido a desayunar, en la playa de Castelldefels, y al que he vuelto esta mañana, tenía un letrero que anunciaba el cese de su actividad; y otro establecimiento en el que solía ir a almorzar con mi familia, en Gavà Mar, también ha echado el cierre. No voy a sacar conclusiones generales de este declive que sugiere en la economía de mi querido Baix Llobregat la extinción de dos negocios hasta hace nada boyantes. Pero se entenderá que no me parezca un síntoma saludable.

Esto no es un artículo de opinión y no quiero opinar aquí sobre asuntos que conducen a la melancolía. Me limito a concluir con una imagen, como las dos anteriores de la propia playa de Viladecans, que puede servir acaso de guía para encarar la reparación del roto enorme que entre todos nos hemos hecho.

 

 

Me atrevo a expresar la esperanza de que habrá alguien, dentro y fuera de Cataluña, que se deje seducir por esta exhortación a no pisar, no pisarnos, más de la cuenta y de lo que ya lo hemos hecho hasta aquí.

Actualidad
About Lorenzo Silva
9 Comentarios
  1. «Paisajes culturales» en toda su expresión, los del Baix Llobregat, querido Lorenzo. Los de la memoria, el crecer y el dejarse hacer por ellos.
    Aquello que deja huella.

  2. Demoledor ,Lorenzo demoledor,el artículo escrito con mucho dolor y pena ,se nota en cada palabra esa tristeza de quien vuelve a su hogar y no lo encuentra ni como lo dejó , ni como imaginaba que sería a su regreso.
    Mucho desánimo ,a pesar del esfuerzo que hiciste para permanecer allí y pocas ganas veo de tu vuelta y por desgracia si la economía empieza a resentirse, duro camino tienen para volver a ser lo que fueron.
    Y esperemos que ese alguien no se haga de rogar mucho.

  3. Juan José Helvecio Álvarez Carro 7 abril, 2018 a las 12:26 pm Responder

    Pīndaro proponía hacernos quienes somos, y tambiėn Cervantes. Y todo aquel que escribió, en papel, dando tiempo al cerebro, al corazón y a la mano a ponerse de acuerdo. Lo de hoy, prisa, irreflexión y ansia. Así nos va. Ojalá sea cierto: «Zona en recuperación.»

  4. Bonitas palabras , sin duda . Yo , que vivo aquí, me he vuelto cínica e intolerante. No lo puedo evitar.

  5. No deja de producirme escalofríos leer tus líneas porque me resulta todo muy familiar y muy dramático al mismo tiempo. Al fin y al cabo tu » pais » no deja de ser tu familia , tus amigos y porque no tu propio pueblo.. soy del Baix Penedés ( Calafell ) y hoy he tenido el enorme placer de hablar un poco » telegráficamente «, mientras firmabas libros en Guadalajara… me ha emocionado sentirme acompañado en la percepción de una realidad desastrosa como es la catalana. Siempre ha sido un enorme placer leerte, hoy ha sido también escuchar a la persona que hay detrás. Gracias por todo y un abrazo

    • Gracias a ti, Ramón. son tiempos aciagos, pero los tiempos aciagos pasan y no dejan de ofrecernos enseñanzas, que quizá alguno aproveche. Y el país personal siempre va contigo.

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