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20 abril, 2024

La Exégesis de Dick

Afirma Plotino que el artista no imita los objetos, sino que tiene la capacidad de pasar por encima de ellos para representar directamente la idea de la que estos son imitación, lo que cabe interpretar en el sentido de que el arte puede ver —y plasmar— la realidad más allá de la simple apariencia, y mostrar por esa vía la verdad primordial de las cosas. Algo semejante escribe Walter Benjamin: «la obra de arte es el lugar de las verdades».

Viene esta noción a la mente cuando uno se enfrenta a la reciente edición de la Exégesis de Philip K. Dick publicada por Minotauro: un descomunal volumen de más de mil páginas que, a partir de las siete mil que en total se conservan, han preparado Jonathan Franzen y Pamela Jackson con una selección de los diversos textos —cartas, notas, ensayos— que compuso su autor a raíz de la alteración que sufrió su percepción de la realidad el 2 de marzo de 1974, fenómeno al que aludía como 2-3-74.

En ese discurso oceánico, torrencial, a menudo alucinado, con el que trata de explicar y de explicarse lo que percibe —que una especie de inteligencia situada en el futuro, en un estadio definitivo al que el cosmos se dirige, lo ilumina y le infunde un conocimiento que antes no tenía, y que su obra viene dictada por esa iluminación—, esboza el novelista una visión que medio siglo después se lee entre la fascinación y el estremecimiento.

No hay sitio aquí para condensar la complejidad, fluctuante y contradictoria, de sus intuiciones e interpretaciones. Al lector curioso —y desde luego al lector de Dick— sólo cabe invitarle a sumergirse en ellas. Su premisa no es complaciente: «El paisaje está deformado más allá de todo posible reconocimiento por la Mentira. Su oscuridad está por todas partes y no nos topamos con nada que reconozcamos. Sólo hay conmociones, hasta que nos quedamos insensibles, nos paralizamos y morimos». Frente a esa mentira ubicua, el autor busca, casi a la desesperada, un instrumento para la redención: «De todas las antiguas deidades enterradas, Apolo es la que más necesitamos; ya hemos visto bastante de la política de la sinrazón, del pensar con la sangre».

Dick escribe bajo el impacto de la guerra de Vietnam y los embustes de Nixon, además de los efectos de las drogas y hay quien sospecha que de un ictus. También el capitán Willard de Apocalypse Now, trastornado por la guerra, cifra en la mentira el mal supremo. Locos o no, quizá convenga escucharlos a ambos, en estos días en los que no anda menos maltratada la verdad.

(Publicado el 9 de abril de 2024 en diarios del Grupo Vocento).

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